Cuando hablamos de fronteras, fácilmente recordamos el día, la hora y el miedo, que nos atravesaba por el cuerpo cuando no teníamos otra opción, que cruzarla, pero el miedo no se queda ahí, no se acaba cuando cruzamos.

Abril 2018 en Nicaragua fue el comienzo de una revolución a la que indudablemente la participación de la mujer fue y es de vital importancia; como mujeres feministas nuestra lucha es doble, pues, a pesar de estar unidos para un bien común – el cual es derrocar a la dictadura-, la violencia machista está presente en todos los espacios y siempre estamos luchando contra ella.

Las exigencias de las mujeres siguen siendo problemas de segundo plano para el imaginario colectivo, seguimos enfrentándonos a escenarios machistas y opresores. En medio de un caudal de exigencias ante la necesidad de formar una nueva revolución para Nicaragua – una pacífica e inclusiva y feminista – siempre aparecen conflictos propios de la sociedad patriarcal. 

A cómo dijo Juana Antonia Jiménez, abogada y feminista, “detrás del feminismo están las grandes revoluciones que queremos”; ésta es la que las mujeres queremos: una revolución que nos represente y nos incluya. Y luchamos por ella todos los días.  

Mientras que el hombre continúa acaparando las funciones que abren esa sociedad a la Naturaleza y al conjunto de la colectividad humana; los únicos trabajos dignos de él son la guerra, la caza, la pesca; conquista presas extranjeras y las anexiona a la tribu; guerra, caza y pesca representan una expansión de la existencia, su superación hacia el mundo; el varón sigue siendo la sola encarnación de la trascendencia. (Beauvoir, 1986 pág. 33).

En abril, las activistas feministas estuvimos en todas las trincheras, universidades en las calles, en los tranques, organizadas en los puestos médicos y aun así tenemos que seguir probando “nuestra participación” ante una sociedad que enaltece la muerte – nótese la cita superior de Simone de Beauvoir -; algo propio de una representación patriarcal donde el hombre representa la fuerza heroica, dónde todos sus pecados quedan perdonados al mostrar su fuerza y carácter sacrificando su vida.

Menciono lo anterior dado que siempre que decimos “La revolución será feminista o no será” se nos señala que la mayoría de los muertos han sido hombres, deslegitimando de esta manera todas las maneras de resistencia que hemos tenido las mujeres en ésta lucha.

¿Qué pasa cuando se defiende la postura feminista?

Cuando se asume una postura feminista en la lucha se denuncian todos los abusos de poder, todas las violencias, físicas, verbales y digitales, se reclama por justicia para las víctimas, se pide que se haga un cambio en las estructuras de poder, que se les den los puestos que se merecen a las mujeres que han estado trabajando desde el anonimato, pero, cuando se denuncia a los abusadores, las feministas somos tachadas de “separatistas, divisoras, locas”.

Asumir una postura feminista en una lucha política implica ser fuerte y ser sorora con todas las mujeres; incluso con las que nos atacan, pues, éstas han sido también moldeadas bajo el patriarcado. La historia que siempre ha sido contada por hombres trata de eliminar cualquier rastro heroico de mujeres y las utiliza como “musas”.

Una de las principales demandas fue la expulsión de abusadores de los espacios de organización y movimientos sociales, cuestión que no fue fácil y que fue posible después de varios meses de presión. Aún faltan muchos que expulsar.  

La necesidad de sustituir consignas misóginas como la popular “Que se rinda tu madre” y las descalificativas – las que se burlan del aspecto físico – como “sobaco peludo, te vas con el trompudo” (refiriéndose a la primera dama Rosario Murillo y Daniel Ortega) o el mismo “Patria libre o morir” por “Patria libre y vivir” fue una lucha que es necesaria para dar un nuevo rumbo a ésta revolución, y así no repetir los errores del pasado.

La lucha feminista contra esta dictadura no es de abril ni es desde el 2006 que Ortega ganó las elecciones; es desde siempre, desde – que en los 80s –  cuando posición de la mujer se hizo a un lado y se enalteció solo a hombres. 

La lucha feminista contra este estado patriarcal, capitalista y opresor no comenzó en abril, está presente desde 1998 cuando Zoilamérica Narváez – hijastra de Daniel Ortega (presidente actual de Nicaragua) – lo denunció por abuso sexual y desde que el presente gobierno penalizó el aborto en el 2006. Estamos desde muchos años atrás luchando por nuestros derechos porque la ley sea justa y no solo aquella que beneficia al opresor.

Es necesario reclamar los espacios, visibilizar la lucha de las mujeres y exigir nuestros derechos; no dejar la oportunidad de construir una sociedad que respete los derechos de las mujeres. “La revolución será feminista o no será” puede que sea una utopía pero es el camino que vamos a seguir por más que se nos tache de divisionistas, por más que se nos acuse de histéricas. 

No vamos a declinar y apostamos porque más mujeres se unan a ésta postura feminista para que podamos incidir en la toma de decisiones y en la construcción de una nueva sociedad donde la nueva Nicaragua sea un mejor país para las mujeres.

Escrito por: Peyote

Bibliografía.

Beauvoir, S. (1969) El segundo sexo. Buenos Aires. Siglo Veinte,
Traducción de Pablo Palant.

Entrevista personal. (s.f) Juana Antonia Jiménez Recuperado de: /2019/Cima noticiasMéxico/cimacnoticias.com.mx/etiqueta/juana-antonia-jim-nez-mart-nez.

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