Madre joven migrante y el desafío de convertirme en quien sueño

Madre joven migrante y el desafío de convertirme en quien sueño.

Mi nombre es Tayling Orozco, soy una chavala de 25 años, refugiada en Costa Rica desde 2018. Recuerdo como si fuese ayer el día que tomé la difícil decisión de dejar atrás mi hogar, mi familia y mi vida tal como la conocía. La incertidumbre y el miedo eran mis compañeros constantes, desde entonces ha sido un camino de adaptaciones, luchas que van desde lo económico hasta la salud mental, con afecciones como la depresión y una delgada línea con el suicidio. Sin embargo, actualmente me abrazo, me consuelo y me perdono, porque cuando vine sentí que había perdido lo que creí que era todo para mí, estaba sin estar y sentía sin sentir, pero esas mujeres que son como esa tela de araña que te atrapa cuando más lo necesitas, en ese momento entendés que no estás jodida, sino más bien, estamos jodidas, pero no estamos solas.

Entre todas estas experiencias logré darme cuenta de lo difícil que es simplemente ser mujer, desde que nacemos ya tienen una manera normalizada de cosificarnos desde lo familiar y trasciende a la sociedad, ya tenemos roles establecidos, colores y hasta juguetes. Lo más complicado es cuando somos mujeres campesinas, tenemos que poder con todo, ayudar, cuidar, amar, sin excepciones porque así tiene que ser.

Una nueva etapa…

Ahora soy una joven, señora madre de familia, soy campesina, también una mujer desplazada forzadamente y ¡No es chiche!… Tenés el corazón en Nicaragua y tu físico en tierra ajena, pero, así como el dolor y a veces las cosas se dan sin buscarlas, entre tantas cosas logré encontrar el amor nuevamente, y juntos cosechamos dos hijas. La primera, Sasha, de piel trigueña, ojos grandes, cabello rubio y ojos brillantes como la luna llena; y la segunda, Sahory, una bebé bella como los tulipanes blancos.

Las amo tanto que no logro explicar todo lo que siento por ellas. En ocasiones cuando siento que ya no puedo más, esa pequeña voz de Sasha diciéndome te amo, abrazarme sin motivo o simplemente sonreírme, me da fuerzas para seguir, para esforzarme. Es divertido ser mamá, a veces bailamos a escondidas, tal vez estaba llorando por no saber si lo estoy haciendo bien y a veces mi bebé Sahory me sonríe y me hace sentirme tan bella; su mirada me expresa paz y me hace sentirme amada. En resumen, mis hijas me han salvado, y me han enseñado lo valiente y lo resiliente que puede ser una mujer a pesar de las circunstancias.

Está la otra parte de ser madre migrante y eso es difícil, ser una chavala con aspiraciones profesionales es difícil, económicamente ya tienes prioridades. A nivel cultural estamos constantemente atacadas, porque si aspiramos a ser profesionales vamos a descuidar a nuestros hijos, o eso era antes de parir. Ser madre y migrante joven ha sido un viaje lleno de contrastes y desafíos pero que me ha moldeado mi identidad y mis aspiraciones profesionales. Está la necesidad de proveer para la familia y eso nos impulsa a buscar oportunidades de crecimiento profesional, me he capacitado en estilismo, curso de elaboración de productos lácteos, retomé mis estudios universitarios y estoy avanzando cada vez más para mi formación profesional.

Sin embargo, no todo siempre es fácil, conciliar la maternidad con mis aspiraciones profesionales ha sido un desafío constante, el sentimiento de culpa me acompaña en muchas ocasiones, al sentir que no estoy dedicando suficiente tiempo a mis hijas o que no estoy avanzando tan rápido como quisiera en mi carrera. Me ahueva y me agüita, la sociedad que tampoco valora el trabajo doméstico y ese conflicto interno era difícil de resolver, muchas veces he pensado renunciar y mejor dedicarme a trabajar para mejorar la economía familiar, pero he aprendido la importancia de la solidaridad y el apoyo mutuo de la familia; mi pareja, logra recordarme que es normal cansarse, pero solo debo descansar y continuar… tiene su lado bueno de alguna manera porque también te hace más fuerte, más empática y consciente de las injusticias sociales que hay, no solo en mi país, sino en el mundo.

Otros desafíos son la competencia del mercado laboral, los prejuicios en ámbitos como la Agronomía, que es mi carrera, a las mujeres nos presentan como frágiles, incapaces, a veces nos hacen parecer que no damos la talla porque no tenemos la fuerza de un hombre, sin embargo, eso no es lo importante, yo sigo trabajando para cambiar y poder tener igualdad de derechos y construir oportunidades para nuestras hijas en donde no sufran tanto como sus padres.

Todavía queda mucho por hacer, cada día es una nueva oportunidad para aprender, es necesario crecer profesionalmente, es necesario luchar por crear políticas públicas que faciliten la integración de los migrantes y que reconozcan el valor de nuestra contribución a la sociedad; políticas que faciliten la educación superior de las migrantes, las oportunidades laborales seguras y justas. También es fundamental visibilizar las historias de las madres migrantes, para que nuestras voces sean escuchadas y para que se reconozca el enorme sacrificio que hacemos por nuestras familias día con día, por amor desinteresado.

Autor: Tayling Orozco Duarte

 

El exilio como trauma complejo

El exilio como trauma complejo “La vida de algunas personas parece fluir como en una narración; la mía ha tenido varias paradas y arranques. Esto es lo que hace el…

Las cuerpas soberanas

Si queremos hablar de migraciones o expulsiones trans de sus lugares de origen, debemos empezar por la raíz. En mi caso, experimenté mi primera expulsión a los 11 años, dentro…