Nunca más sin mujeres: Breve memoria de las jóvenes y estudiantes en la sublevación de abril

Thais Xiu,  Activista y comunicadora feminista. 

 Detrás de barricadas, en puestos médicos, tomando calles y alzando voces –entre multitudes erráticas– nos encontramos las mujeres; cargando las mochilas y libretas con algún pañuelo esporádico o una pegatina subversiva desde espacios dentro y fuera de los recintos universitarios. 

Las estudiantes han destacado por sus posicionamientos en torno al cese de gobiernos dictatoriales, la democratización de las instituciones, el rescate de la autonomía universitaria, y la inclusión de agendas sectoriales en un plan país; bajo un accionar vehemente contra la censura y la complicidad. 

Cuando la lógica de la resistencia se expone desde una tonalidad masculina, se reproduce en el imaginario colectivo la pertenencia de las luchas sociales a los hombres y se niega la representación de mujeres en los escenarios de conflicto y la reivindicación de demandas. 

A inicio de la crisis sociopolítica, las mujeres jóvenes se involucraron en distintas áreas: liderando como jefas de trinchera, dirigiendo los métodos logísticos para alimentación, vehículos, insumos clínicos; a su vez, desde la cocina y el cuido –no obstante, prevaleciendo las perspectivas estereotipadas-. Sin embargo, la admiración de su pluralidad guarda agrios estragos bajo roles maternalistas. 

Aquella imagen de chavalas – madres en alguna tierra digna – sucia apaciguando las riñas de sus compañeros o bajo el utilitarismo de proteger emocionalmente al grupo; comportamientos aprendidos que, en las rebeliones, continúan presentes ya que se visualiza a las mujeres en el espacio privado y no como sujetos políticos. 

Protestas y piquetes express liderados por algunas jóvenes con la voz andante bajo el dolor colectivo y que, posteriormente, sufrieron las secuelas de la persecución, el asedio policial, el encarcelamiento y – en el caso más agridulce – exilio político. 

Alojando los recuerdos del desenlace de sus compañeras y operaron bajo el anonimato o el bajo perfil ante el temor de encontrar sus nombres
en listas. 

El heroísmo y la utopía bélica del involucramiento en 2018 ha facilitado la instauración de memorias desiguales bajo la referencia del varón guerrillero. ¿Dónde se aloja la memoria de las mujeres jóvenes y estudiantes? 

Las mujeres resistimos dos luchas: La represión estatal y la violencia machista; ante barreras estructurales de la vida pública. Ambas interiorizan nuestros cuerpos como territorios de conquista donde la agresión física o la hipersexualizaciòn son reflejos de un tejido social decadente que no visiona liderazgos alternativos al poder hegemónico masculino. 

Las jóvenes se enfrentaron – y continúan – a menosprecio de sus ejercicios políticos desde la marginación o limitación de roles, cuestionamiento de sus capacidades para liderar espacios estudiantiles, prejuicios sobre sus ideologías políticas, niveles de formación o experiencia; exclusión a sus agendas sociales desde la imposición patriarcal y adultocentrista del hombre autoritario incapaz de escuchar las demandas ajenas. 

Posicionar la violencia política como un elemento constante para el impedimento de la participación femenina joven es incómodo para quienes se niegan a reconocer sus complicidades por su accionar dominante u omisión; donde la disputa de poder transformaba a las chavalas con carácter de líder en “rebeldes”, “molestas” o “amenazantes”. 

Es así que la visión automáticamente masculina de la sublevación de abril ha dejado por fuera las formas propias de las mujeres en su quehacer político e involucramiento directo para relacionarse entre movimientos sociales y uso del poder para defender sus identidades desde los papeles dichos como estudiantes, feministas y / o activistas de causas específicas. 

Si hoy nos resulta evidente la necesidad de repensar nuevos mecanismos de “Hacer política” y reconfigurar el sistema; porque, en su sentido tradicional, ha excluido a las mujeres de los procesos de memoria y participación ciudadana; es menester 

Colocar en la discusión que el ejercicio de las mujeres jóvenes en las luchas sociales y espacios políticos –a priori– es una urgente impartición de la justicia para que nunca más se oculten nuestras historias.