Por Bruja Mística
La violencia contra las mujeres es un fenómeno independiente a la violencia hacia figuras políticas; sin embargo, ambas convergen en brindar apertura a la violencia digital. Siendo así, una expresión particularmente conocida hacia mujeres activistas que frecuentemente son señaladas en las comunidades y plataformas virtuales.
La Asociación para el Progreso de las Comunicaciones identificó que entre los perfiles de mujeres propensas a sufrir violencia digital se encuentran las mujeres con perfil público o que participan en espacios de incidencia.
Charlamos con algunas mujeres integradas en el mundo del activismo político para conocer brevemente sus experiencias de violencia digital. Aquí sus testimonios.
Por ser feminista
Carmen Chamorro, de 23 años e integrante de Construimos Nicaragua, considera que las activistas deben dar “un uso responsable para transmitir mensajes que sirvan para informar y contextualizar cuando participamos en espacios donde obtenemos más información que la ciudadanía general”.
Manifiesta que ha recibido odio a través de cuentas en Twitter catalogándola como “feminazi, abortera, satánica” por compartir sus posicionamientos en las redes sociales “la gente ni siquiera lee el mensaje que estás dando, solo van directo a atacarte”, puntualiza; estos ataques se han materializado en publicación de fotografías para memes o exposición de datos personales y su vida familiar.
Considera que el menosprecio e invalidación de las posturas de las mujeres es evidente ya que “respetan más las opiniones si vienen de hombres activistas”; y, según una encuesta realizada por el Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social FUNIDES arrojó que antes de abril 2018 el 56% de las mujeres políticamente activas recibían expresiones de violencia digital y esa cifra aumentó a más del 70% luego de esa fecha.
Por ser opositora
Hipatía, es el seudónimo de una joven de 26 años, originaria de un caluroso departamento y activista independiente; quien comparte que su activismo en redes comenzó para “visibilizar las violaciones constantes a las que el pueblo fue sometido (…) y sensibilizar desde mi posicionamiento”
Esta acción le valió amenazas, burlas, mensajes de odio, exposición de datos personales, sacar de contexto sus publicaciones y burlarse de su físico por parte de simpatizantes del gobierno en el territorio que habita; quienes constantemente ejercieron acoso digital hacia ella y expone que los hombres de su entorno de activismo no recibían la misma cantidad de ataque en torno a su físico o cuestionando su inteligencia.
El estudio “Violencia de género a través de la tecnología contra mujeres políticamente activas” de FUNIDES en 2019 reporta que los comentarios o insultos hacia mujeres activistas en relación a la apariencia física datan de un 56% de existencia en sus plataformas digitales.
“A pesar de gozar de un poco de movilidad en mi municipio, es difícil sentirme segura (…) la gente de la que sospecho vive en el mismo barrio que yo por lo que temo estar sola o transitar espacios públicos” y reitera que entre sus afectaciones se encuentra autocensurarse de compartir información en redes sociales por temor a consecuencias.
Por ser informante
Gabriela Chamorro, una activista independiente 30 años menciona que su aporte “en la lucha ha sido transmitir y verificar información (…) la escritura ha sido mi trinchera”; ya que su cuenta en Twitter alcanza gran tráfico en redes.
Por su labor en redes sociales, ha sufrido ataques cibernéticos con uso de descalificativos que “muchas veces me hicieron llorar y autocensurarme al dejar de utilizarla [ la aplicación]” ya que posee un diagnóstico de ansiedad y bipolaridad nivel 1 que empeoraban su estado emocional.
La misma investigación de FUNIDES determina que el 86% de agresores atacan vía Facebook, 33% en Twitter y 9% por Instagram; sin embargo, este número pudo cambiar con el incremento de mujeres integrando espacios de incidencia política.
A su vez, manifiesta que ha sufrido amenazas por parte de personas aliadas al gobierno, siendo la causa para salir país durante varios meses “con el privilegio de contar con techo y comida” -enfatiza-; generándole sentimientos de culpa “por sentirme cobarde” ante comentarios agresivos y ofensas que incluían a su núcleo familiar.
Por ser generadora de opinión
Azucena es el seudónimo de una estudiante de 21 años y parte de la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia CUDJ, quien ha adquirido popularidad en la red social de Twitter por sus comentarios y opiniones; esto la ha convertido en el blanco de acoso virtual recurrente.
En su experiencia, comenta que ha recibido diversos ataques desde los espacios a los que pertenece hasta el uso de su cuenta para recepcionar denuncias en el marco de la crisis sociopolítica o sobre violencia de género; “incluso han inventado cosas y han expuesto mi información personal, eso pone en riesgo a mi familia”.
Para la iniciativa Activismo Digital Feminista “las mujeres se encuentran con una triple barrera en lo que respecta a la violencia de género digital”, refiriéndose a la ausencia de sistemas judiciales eficientes y “los casos se desarrollan en el contexto de temor, humillación y violencia de la víctima, quien también se encuentra con un sistema que la cuestiona en lugar de recibirla y contenerla”-
“Estoy muy acostumbrada a los constantes ataques, ya es muy común que me digan cosas en las redes [sociales] y a veces me genera miedo de que tomen represalias contra mí (…) eso me da mucha impotencia porque tengo derecho a denunciar, a exponer lo que pasa, a la libertad de expresión dentro o fuera de mis organizaciones”, enfatiza.
Lo virtual no detiene la lucha
Si bien, las acciones violentas introducidas mediante el uso de tecnología y dispositivos inteligentes han reforzado la violencia hacia las mujeres, particularmente hacia aquellas que ejercen activismo o realizan incidencia política desde diversos espacios; que, desde las lecturas personales de estas jóvenes concluyen en que las prácticas digitales de este tipo radican en el tradicionalismo machista.
Carmen Chamorro añade que la violencia que ha sufrido le ha hecho forjar un carácter más resiliente puesto que “te critican cuando estás haciendo las cosas bien” por su experiencia en redes sociales al posicionar sus argumentos o espacios de participación política.
A su vez, Katherine Ramírez expresa que el objetivo de los agresores virtuales se resume en que “buscan bloquearnos la toma del espacio público porque consideran que la política no es para las mujeres”; al recordar que recientemente experimentó burlas y ciberacoso por exponer “soy feminista porque quiero estar en espacios políticos para ejercer mi ciudadanía”.
“El sistema social de Nicaragua está en pañales y la voz de una mujer nunca ha sido escuchada” destaca Gabriela Chamorro al considerar que estas prácticas violentas poseen un origen aún más antiguo de una “cultura machista y misógina internalizada” que amenaza el imaginario social de los agresores para recurrir a la intimidación desde diversas vías.
Mientras que Hipatía expone que este fenómeno ocurre por “una aversión a nosotras por nuestras posturas de demandar derechos” ante la frase la política no es para mujeres que ha servido de justificación para generar obstáculos a las mujeres en la incidencia desde diversos sectores; y Azucena concuerda al manifestar que el único objetivo es “quitarle valor o fuerza a lo que defendés y desviar la atención de lo que es verdaderamente importante”.