Cuando la trans es pobre el mundo no la ama

Por: Dámaso Vargas

Hoy me desperté como todos los días viendo cifras del Covid-19, otras tareas que revisar y la siempre infaltable sed por una caliente, fresca y revitalizante taza de café.

“La amo” decía la primera historia en Instagram la red social que me ha atrapado por influencia de un par de amistades últimamente, se veía  una mujer muy hermosa, con unas tetas hermosas, un vestido que me encantó y un pelo muy bien cuidado, en el segundo post se leía una pregunta: ayuda (una palabra desesperada) ¿es o no es Bad Bunny? No entendía mucho.

A medio día uno de mis amigos me preguntó si había visto a Bad Bunny en su nuevo video, en ese momento recordé la imagen y la pregunta que no había entendido hace media hora, luego empecé a escuchar la canción (No la de la cabanga) que he escuchado ya desde hace varias semanas pero que no había escuchado tan seguido en un solo día y cuando ya no pude más y pregunté qué pasaba? Al fin me explicaron.

Sí gente. Tuve que pasar medio día y preguntar qué pasaba? Para entender que Bad Bunny era el de aquella maravillosa foto que un montón de gente compartió declarando amor, incluyendo a un montón de hombres gay.

Misma población que cuando ve a una mujer trans en la disco tira su mirada por debajo del hombro, hombres gay que publican que “Tu sexualidad no debe definir tu identidad”, misma población que antes de te dice fea en Grinder, misma población que dice que las trans somos brutas y solo servimos para el trabajo sexual, ÉSA!!! población que nos llama: vestidas, payasas, ridículas y que no quiere que tenernos en sus círculos amistosos porque somos bochincheras, ladronas y putas.

Y luego viene el resto, la gente heteronormada, “la gente normal”, la gente que puede ser tu amiga en su casa o en la tuya pero que si ten encuentran en el bus o en la calle no te saludan de beso y abrazo, la gente que no necesitaba del corona virus para guardar distancia, la gente que te respeta PEEEEEEEROOOOOOOOOOOO, esa gente que no te invita a las reuniones familiares, esa gente  que es “tu amiga” PERO RESPETALA, esa gente que también cree que hay niveles y que una cosa es que te gusten los hombres y otra que te “compares” con una mujer. Esa gente que te recuerda cada que hay oportunidad que no vas a ser madre, esa gente y los del párrafo anterior, le declaraban su amor a ella, a la maravillosa chica de la foto, al despampanante personaje de un video que sólo vivió por tres minutos aproximadamente (no he visto el video, así que no sé cuánto tiempo dura).

Ahora veo grandes debates en las redes, que si bailo la canción soy menos feminista, que no sé si la invitación a bailar debe ser vista como acoso, que Bad Bunny le dedicó su video a Alexa pero otras dicen que ya había hecho otros  videos que hacían referencia a personas transexuales, que hay que rescatar el #NiUnaMenos.

Yo no voy a romantizar el activismo, tampoco voy a dedicarme a descalificar a mis hermanas feministas porque quieren salir a perrear a una disco, acabo de recordar un escrito feminista, “Si no puedo bailar no es mi revolución” y a la feminista reggaetonera June Fernández con su artículo “Si no puedo perrear no es mi revolución”, y me siento de la misma manera cada vez que alguien cuestiona mi activismo por tomar un vaso de gaseosa, así que a mis hermanas: perréen hasta el suelo, es nuestro derecho.

Pero también recuerdo el caso de Alexa, una mujer trans que murió por pobre, que estaba acostumbrada a vivir con miedo y que traía consigo un espejo de auto que seguramente encontró en la basura y que usaba para cuidarse la espalda de gente que la maltrataba sólo porque le daba la gana en las calles, esa Alexa, esa mujer trans pobre latinoamericana tal ves había perdido el miedo a morir sólo por vestir como se le antojaba, esa Alexa que fue abortada, menospreciada y maltratada por su sociedad, por esa Alexa si me veo representada, esa mujer trans pobre que no podía pagarse una grandes tetas ni un maquillaje profesional poderoso y una educación en las universidades más caras, esa mujer trans que hoy una estadística más, que entró a ese dato que dice que las mujeres trans en Latinoamérica no viviremos más que 35 años.

Por esa Alexa sí me siento representada, por esa pregunta que me hago antes de salir de casa ¿Y si me matan hoy? ¿Y si hoy no vuelvo a casa?

Hoy reclamo por todas las Alexas del mundo, por todas esas mujeres trans que no podemos pagarnos unas tetas salvajes para presumir, no me voy a quedar viendo sin decir nada la hipocresía de un montón de gente para la que somos mierda sólo por no tener una cuenta bancaria o una gran carrera de éxito cuando somos desechables en nuestras sociedades, estoy dolida, estoy indignada, estoy encachimbada de ver como las trans somos vistas bien sólo cuando somos elegantes y demostramos a punta de “Sacrificio” que “valemos la pena”, estoy harta de que a las trans nos vean sólo como “PENES EN TACONES”, ya no quiero seguir viendo a una sociedad para la que somos objeto de burla o damos los “MEJORES ESPECTÁCULOS”.

No soy una canción, no soy un pene en tacones, no soy un fetiche, no soy una mujer en cuerpo equivocado, no soy un remedo de mujer.

Las mujeres con pene somos una realidad y el mundo va a saber de nosotras cada vez más aunque no lo quiera.

Soy una persona, soy una mujer que siente, que vive, que piensa, que ama, que tiene corazón.

SOY MUJER.

¡Históricas somos! Derechos queremos.

La movilidad de nicaragüenses en Costa Rica es histórica, y las mujeres nos enfrentamos a un sinfín de desafíos, obstáculos y violaciones a derechos humanos.