Resistir dentro de la resistencia

Por Bruja Mística.

Las mujeres han participado de la sublevación social en abril 2018 mediante diversos sectores de la ciudadanía, y los movimientos estudiantiles aglomeraron a las estudiantes de todo el alcance territorial para posicionar sus demandas ante la hostilidad gubernamental; pero, ¿qué pasa cuando la violencia no solo viene del Estado? ¿qué pasa dentro del activismo estudiantil?

Las Subversivas charló con cuatro activistas estudiantiles organizadas en distintas partes del país para conocer sobre sus experiencias de violencia al ser mujeres políticamente activas. 

Desafiar la edad

El estudio realizado por la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer (ONU Mujeres) determinó que “la intimidación de las mujeres en la política afecta las aspiraciones políticas de otras mujeres y niñas para convertirse en mujeres políticamente activas”. 

Por ello, Katherine, de 20 años y activista de Estelí expresa que “trabajar más de lo que debería para tener ciertos espacios”; a su vez, Andrea – de 20 años- ex integrante de dos movimientos estudiantiles emergentes comparte que ser mujer dentro de organizaciones “significa ser esa persona que se esfuerza el doble o el triple para que su trabajo sea reconocido”. 

Una activista estudiantil que decide nombrarse Chica UCA -de 23 años- expone que el comienzo en el activismo estudiantil o general hace que “cargués con la etiqueta de ser mujer en espacios políticos (…) y se pueden agarrar estereotipos de que por ser estudiante y joven sos inexperta e impulsiva”; y destaca el mansplainning – como labor cotidiana. 

Desde el Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres se identifica el mansplainning como una actitud condescendiente donde los hombres invalidan los conocimientos y juicios emitidos por las mujeres que impone sus ideas por encima de otras; puesto que “consideran que sos bruta o que no podés explicarte por vos misma y deben traducir lo que decís o asegurarse de que ellos te están explicando a vos las cosas (…) eso lo que hace es tranquear propuestas y subestimar tus capacidades de liderar acciones”, manifiesta Chica UCA.

Las jóvenes entrevistadas detectaron diversos factores que contribuían a su vulnerabilidad dentro de espacios de incidencia, siendo estos: la complicidad masculina para la obstaculización de su trabajo, sexualización en el transcurso de su ejercicio político, burlas a sus ideas o posicionamientos y tratos desiguales entre hombres y mujeres de sus organizaciones. 

Combatir la violencia

Según el trabajo conceptual de la campaña #NotTheCost, la violencia contra las mujeres en política se distingue en tres características, siendo estas: (1) resaltar el género, (2) hacer diferenciaciones por género y (3) cuyo objetivo es desalentar a las mujeres en su ejercicio político

Kathy, de 19 años, integrante de Frente Amplio por la Calidad Universitaria de Matagalpa expresa que “las mujeres debemos vivir en constante validez que el hombre no tiene” al hacer referencia de su participación en espacios de incidencia y su compañera Katherine añade que “aunque sean espacios de oposición, es difícil saber si los jóvenes con quienes compartís son violentos a primera vista” añade.

La activista matagalpina refiere que, en su caso, ha sufrido acoso proveniente de hombres autoconvocados e integrantes de otros movimientos estudiantiles ajenos al suyo y otras activistas estudiantiles comparten esta situación, como Chica UCA, quien refiere que “si no le doy entrada a algún hombre automáticamente me empieza a etiquetar bajo insultos” o Katherine al mencionar que algunos hombres tienden a “malinterpretar la amistad y amabilidad con coqueteo”.

Andrea considera que “van desde las agresiones verbales hasta las agresiones físicas, empezando con que se desvaloricen mis conocimientos o que, cuando un hombre, no tiene argumentos me ataque desde mi condición de mujer”, puntualiza.  

Retomando a Chica UCA, ella expresa que ha sufrido amenazas y acoso digital en el ejercicio de su activismo tanto dentro como fuera de organizaciones sociales ya que “en todos los lugares hay violencia y el espacio azul y blanco, el espacio de la oposición no es la excepción”. 

El estudio de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC) determinó que, a nivel mundial, las mujeres con más probabilidades de experimentar violencia digital son (1) las mujeres que están o han logrado salir de una relación violenta y (3) mujeres con perfiles como activistas, políticas, periodistas o generadoras de opinión. 

Enfrentar y acuerpar

Los datos de ONU Mujeres arrojaron que más del 60% de las mujeres no participan en política debido al miedo a la violencia y, en palabras de Cano, “las mujeres no somos reconocidas como líderes” y esto perpetúa la “violencia por ser mujer y por ser mujer joven” como dos ejes que las entrevistadas destacan: género y edad. 

Al cuestionar sobre el mecanismo de denuncia pública o interna de las organizaciones ante situaciones de violencia, Kathy anexa que “se dejan en segundo plano las denuncias que una como mujer hace hacia otro activista (…) porque dicen que no hay deslegitimar la lucha y eso ocasiona que muchas mujeres no denuncien a su agresor por ser azul y blanco”. 

Andrea comparte que las expresiones de violencia hacia las activistas estudiantiles “siguen ocurriendo porque hay todo un sistema que las niega, minimiza y justifica”; donde todas las entrevistadas concuerdan en la urgencia de garantizar procesos de justifica digna para las víctimas dentro de organizaciones sociales de cualquier índole -e incluso autoconvocadas-. 

Igualmente, Katherine puntualiza en un uso mal intencionado de las denuncias de mujeres puesto que “la persona que cometió un acto de violencia debe ser sancionado socialmente, más no utilizarlas [las denuncias] para restar méritos a organizaciones donde sus integrantes no respaldan a estas personas (…) las denuncias no son amarillismo y debe respetarse a las víctimas”. 

A continuación, se presentan algunas recomendaciones de estas cuatro activistas estudiantiles hacia otras mujeres organizadas -o no- que deciden denunciar o denunciaron las violencias que sufrieron. 

  • Educarse sobre violencia: “no solo desde la teoría, sino desde lo vivencial (…) para reconocerla sin prejuicios” – Andrea. 
  • Ubicar al macho: “No tenés que aguantar humillaciones, imponete y exigí tu respeto cuando la situación es óptima” – Chica UCA. 
  • Escuchar y atender las denuncias de las mujeres: “es muy contradictorio que luchemos por lo mismo, pero nos dejan a nosotras atrás”- Kathy.
  • Aplicación y cumplimiento de normas éticas y marcos regulatorios: “Si saben que un integrante es abusador o violento que agrede a las activistas debe ser sancionado” – Katherine.
  • Intervenir: “Habemos muchas dispuestas a acuerparlas y dar las batallas por ellas y con ellas” – Andrea. 

“Solo tu voz, solo tu denuncia puede hacer que lo que te pasó a vos no le pase a otras mujeres de tu mismo espacio” finaliza Chica UCA y con ella, se demuestra el valor de las jóvenes mujeres que deciden ejercer activismo estudiantil y sus luchas personales -individuales y colectivas- dentro de la lucha de las organizaciones; es decir, resisten dentro de la resistencia.